Al final del día, cuando el sol se pone y el cielo se oscurece, pintado de negro sobre azul, aparecen las estrellas. La Vía Láctea se arquea en lo alto en un despliegue de belleza etérea que deja sin aliento. A medida que la oscuridad prevalece, cada sonido, magnificado por nuestra desconfianza instintiva hacia la noche, nos recuerda a depredadores ocultos en las sombras. Los leones rugen, las hienas profiriendo sus alegres risas, las cebras ladran, el agudo grito de los damanes arbóreos y el llanto siniestro de los gálagos se fusionan con el canto de los grillos; un drama se desarrolla a nuestro alrededor, que solo podemos captar con nuestros sentidos limitados, llenando los espacios oscuros con nuestra imaginación.

Ocultos bajo un manto de oscuridad, una multitud de animales nocturnos se despiertan y salen a saludar a la noche; las liebres primaverales salen de sus madrigueras saltando como pequeños canguros. Los lobos hormigueros y los cerdos hormigueros buscan insectos en el suelo, los gálagos y los lirones saltan entre las ramas extendidas de las nudosas acacias, mientras que los murciélagos vuelan como bombarderos furtivos atrapando insectos desprevenidos en el aire. Los hipopótamos abandonan sus refugios acuáticos para buscar comida y los depredadores salen a cazar. En muchas de las concesiones y parques, ahora podemos aventurarnos en un safari nocturno para echar un vistazo a este mundo extraño. En los bosques y las zonas boscosas, en una caminata nocturna, buscamos camaleones crípticos, ranas coloridas y búhos; de regreso en nuestro campamento, podemos sentarnos en un cómodo sillón reclinable con una bebida caliente a mano para explorar el lienzo del cielo nocturno.